Porque las mujeres no eran el diablo, pero se parecían. No eran la mierda pero se asemejaban.
A esta temprana e inconsciente lectura la traduje como pude, y tenía que gustar. La palabra aceptación forma la A de mi diccionario.
Gustarle a tus padre, a tu madre, a tus hermanos, a tus maestros, a tus amigos, a tus vecinos, a tus tíos, a tus primos, al almacenero, al quioskero.
A quién puta tenés enfrente, gustar por ser el más apto de Darwin.
Y hoy entendí que todo eso no tiene sentido.