Acá

no se encuentran pensamientos filosóficos, ni interesantes, es tan solo un lugar donde vuelco como puedo mis pensamientos, esos que se agolpan y necesito poner en letras para alcanzar cierto orden.

Cierto, un poquito.

De todos las ideas que se suceden en estos pocos días, debería pensar en mi parte, en la que no puedo dejar fluir. Me tapo mi costado más lindo por cagona, por racionalizar lo que no se debe, por inferir según mi conveniencia, por tener miedo de salir hecha jirones.

Sí, ya sé, que así nunca voy a disfrutar nada, que nunca voy a ser quien realmente tengo en mí, que así no se vive.

Qué puedo decirte? que es verdad, que tenés razón, que lo sé, pero me cuesta, y no sabés cuanto bajar estas putas, putísimas defensas que me llevan a cierto grado de agresión.

Me alejo, avanzo dos pasos y retrocedo cinco, hago una cosa bien, y dos espantosas, te quiero y te hago mal, sin calcularlo, claro, pero lo hago. Y me hace mal, me frustra, me hace sentir en que no merezco una sola oportunidad de crear algo lindo.

Rompo los lazos.

Rompo la paz, el silencio de tu mirada, hermosa. Hermoso. Con alguna pregunta estúpida, cortante, secante. Seca.

Quiero aprender que así no es, que tengo que dar (me) y tirarme un poquito para atrás, relajar la espalda, la cabeza, el corazón, tomar envión y dar(te) esto que en realidad soy, pero te niego. Y de paso, me niego.

Te pido disculpas acá, ahí, de mí, de este lado que todavía no te dí, por esto áspero y sin sentido hasta hoy. O con un sentido, pero que no es por vos, ni para vos. No valen las excusas, ninguna. No. Te compartí lo que no quiero más.

Punto.